El voto electrónico.
Una vez finalizadas las fiestas, tengo un momento para poder trasladar a mi blog el artículo que El Mundo, en su edición catalana, me publicó el 19 de diciembre (ya del año pasado). El artículo refleja mi punto de vista sobre la posibilidad de la elaboración de unos comicios electrónicos, centrado en dos aspectos fundamentales: la reducción de coste económico y la seguridad en el proceso.
Infelizmente, de momento solo tengo su edición en papel y no tengo el link. Estoy intentando localizarlo, en cuanto lo consiga, lo publicaré. Así que os adjunto la imagen del artículo y su transcripción, por si os resulta más cómodo leerlo.

Artículo en papel
Transcripción
Siempre que se aproxima una cita electoral, y en los últimos años parece que nos encontramos en un proceso permanente, se traslada el debate a la calle y a la ciudadanía. El político, por supuesto, pero también hay otros asuntos que llaman la atención como el coste de realizarlas. En las elecciones generales del 26 junio de 2016, incluso los políticos reclamaron moderación en el elevado gasto que suponen unos comicios.
Hasta entonces, da la sensación de que nadie se había dado cuenta de las partidas de gasto: las notificaciones del censo, el envío de propaganda electoral, las papeletas y la logística, entre otras, van sumando hasta alcanzar los 130 millones de euros gastados el 26-J. Sólo el presupuesto en correos fue de 48 millones.
Afortunadamente, este coste permite tener un sistema electoral muy robusto y muy difícil de manipular. Cuando “te toca” estar en una mesa electoral, te das cuenta de que un pucherazo en el escrutinio es harto complicado. Habría que alinear a los componentes de la mesa, a los interventores de los partidos, a los apoderados y al personal del Ayuntamiento y Junta Electoral. Todo ello en cada uno de los colegios electorales.
Simplificando mucho, se podría identificar como importantes para la ciudadanía, estos dos elementos: el coste del proceso y las garantías de unos resultados fiables. Elementos difíciles de separar. Cuesta mucho entender que si se reduce el presupuesto electoral, no sea a costa de la seguridad y la fiabilidad de los resultados. Sin embargo, si se planteara la posibilidad de ir hacia unos comicios electrónicos, esto se podría conseguir. Es un tema de debate muy visceral y a veces más sentimental que racional, pero muy interesante.
En pleno s.XXI se puede hacer de todo por internet. Es más, la legislación española obliga a las Administraciones Públicas a relacionarse por medios electrónicos con el ciudadano y entre ellas mismas. Curiosamente, no se puede votar por estos mismos medios en unos comicios electorales.
Si nos asomamos al resto del mundo para echar un vistazo, suelen ser los países en vías de desarrollo, en donde más está implantado la posibilidad del voto electrónico. Es más, resulta curioso que en los países más desarrollados, suelen haber desechado esta idea o incluso, lo tienen prohibido expresamente en su legislación. Toda una contradicción.
Habría que estudiar los motivos, pero se podría plantear que para ambos casos, la razón sea la desconfianza, aunque desde puntos de vista muy diferentes. En el caso de los países en vías de desarrollo, la desconfianza puede radicar en el traslado de los votos y los escrutinios. La falta de infraestructuras, las largas distancias, la inseguridad etc. Sin embargo, cuando se tiene garantizado este punto, como en los países más avanzados, la desconfianza la generan las nuevas tecnologías. No saber qué pasa cuando el voto se convierte en un conjunto de bits que viajan por el ciberespacio, no se sabe a dónde, ni cómo.
En unos comicios electrónicos se deben garantizar dos elementos fundamentales. El primero es la identificación fehaciente del votante. Hay que conocer quien ha votado para confirmar que tiene derecho y que no lo haga más de una vez. En segundo lugar, hay que garantizar que es secreto, que nadie pueda asociar el sentido del voto con el votante y por supuesto, que el recuento sea correcto y veraz.
Aquí está el matiz. Nos relacionarnos de forma electrónica en muchos aspectos, pero casi siempre identificamos a los intervinientes. Normalmente hay que conocer quién hace una trasferencia bancaria y quién es su destinatario, para poder hacer los apuntes correspondientes. Aunque también es cierto, que esto ya no es necesario en el contexto de los BitCoins.
Los BitCoins se suelen asociar con corruptelas y negocios oscuros, pero lo cierto es, que la tecnología que lo sustenta, el Blockchain, está abriendo muchas posibilidades en otros ámbitos. Blockchain puede garantizar una identidad digital, un registro inmutable del escrutinio y, a su vez, garantizar el secreto del voto. Todo ello con una reducción de coste a las arcas públicas. No es ciencia ficción. Ya se utiliza en Estonia. Es una alternativa viable y fiable.
Pedro Fernández, Technical Account Manager de Administraciones Públicas en Gfi España